¿Cuánto puede resistir un país las inclemencias de una crisis mundial y
de un gobierno despreocupado e irresponsable?
Año 2020 y Simón acababa de renunciar a su trabajo para perseguir otros
horizontes. Estaba con las pilas puestas y tenía programado viajar por un mes a
Chile y Argentina para conocer y aprender. Él siempre decía que viajar era la
mejor inversión que uno podía hacer, pues el conocer otras culturas distintas
no tenía precio.
Luego del viaje, las cosas en Lima seguían normales, todos hacían su
vida, la rutina diaria, Lima seguía siendo la ciudad caótica de siempre y cada
uno vivía en su propio mundo. Pero las cosas estaban a punto de cambiar, una
nube negra se veía venir en el horizonte.
En China, se estaba desarrollando un virus que al principio parecía
seria de escala local, pero como estamos en tiempos en donde todo el mundo
viaja de aquí para allá, el virus rápidamente se expandiría por todo el mundo,
causando zozobra en la población mundial.
Inmediatamente muchos países cerraron sus fronteras y se pusieron en
alerta roja. Pero lejos estábamos de saber lo que sucedería y las implicancias
que este virus tendría en el mundo.
Simón se había enterado del virus, pero al igual que sus compatriotas no
le daba mayor importancia y las cosas seguían iguales durante el mes de marzo.
Pero alrededor del 10 de marzo de a pocos todo empezaría a cambiar. Apareció el
primer infectado, no se tomaron las medidas necesarias y en poco tiempo
llegarían a 43 y la cifra subía como la espuma.
Hasta que el 15 de marzo, lo que era un secreto a voces finalmente salto
a la luz. El gobierno a través de un mensaje a la nación decretaba la cuarentena
generalizada, lo que en la práctica significaba que todos debían permanecer en
sus casas con orden de inamovilidad. El país quedaba paralizado. El gobierno no
sabía cómo manejar la crisis, las personas tampoco entendían como debían de
reaccionar, esto era algo nuevo.
Al pobre Simón le cancelaron el concierto de Guns and Roses, estaba muy
triste por el hecho, pero luego entendió y se resignó.
A Simón esto le afectaba, pero no en un nivel demasiado alto, no podría
salir a la iglesia, ni ver a sus amigos, tampoco a hacer deporte. Pero más allá
de pensar en él, Simón meditaba en que sería de todas aquellas personas para
las cuales el trabajar significaba comer, es decir sino trabajaban no comían.
En el Perú el 70% de los negocios son informales, entonces al encerrar a
las personas en sus casas, significaba que ellas no comerían, pero parece que
al gobierno eso no le importaba mucho. Por otro lado, empezaron a dar bonos,
pero estos estuvieron mal planificados y solo beneficiaban a unos pocos y en
contados casos a quienes no lo necesitaban.
Simón pasaba su encierro leyendo todo lo que podía, escribiendo en su
PC, viendo series, cocinando y buscando la manera de mantenerse entretenido
para no caer en la insania.
Los meses se hacían eternos y la solución parecía cada vez más lejana,
las personas estaban desesperadas y ya no soportaban el encierro. La economía
era la más golpeada y el país estaba cavando su propia tumba.
A mediados de junio el gobierno dio luz verde y levanto en parte el
aislamiento, con medidas más flexibles. Las personas podían salir de sus casas
con restricciones y se dio un impulso para reactivar la economía. Algo era
algo.
Simón recibió la noticia con regocijo, sobre todo porque ya podía salir
de su casa con precaución, pero era libre para empezar a recorrer la ciudad en
dos ruedas otra vez. Y eso empezó a ser de a pocos recorrería Lima una y otra
vez.
Los negocios empezaban a abrir sus puertas nuevamente y las personas
empezaban a tomar las calles por asalto de nuevo, los centros comerciales
abrían sus puertas con aforo limitado y la normalidad restringida regresaba de
a pocos, un paso a la vez.
Los meses pasaban, el gobierno tomaba las cosas a la ligera y las
personas se empezaron a acostumbrar a vivir con el virus y comenzaron a bajar
la guardia. Parecía que el virus era uno más, solo había que hacer unos ajustes
y listo, la vida seguía su curso.
Simón empezó a tener trabajos esporádicos que lo ayudaban en su alicaída
economía, iba de un lado a otro en bici cumpliendo diversos encargos y se
beneficiaba de la tecnología digital para cumplir otros. Paulatinamente empezó
a agarrar confianza y comenzó a frecuentar a sus amigos de nuevo, eso lo
mantenía vivo y con buen ánimo.
El año estaba llegando a su fin, y en el país las cosas andaban
complicadas, el gobierno seguía tomando malas decisiones, el pueblo estaba
cansado, el Congreso hacia lo que le daba la gana y en menos de un mes, el Perú
llego a tener 3 presidentes diferentes, luego de mil complicaciones se eligió a
Francisco Sagasti como mandatario
Llegaban las navidades y el pueblo se abalanzo a los Centro Comerciales
y al Centro de Lima, al parecer para muchos de ellos la cuarentena había
terminado y podían hacer las cosas con normalidad, pero la realidad era
diferente. Era indignante ver lo que sucedía en la televisión.
Simón empezó un nuevo año con nuevas expectativas, en su ingenuidad
creía que las cosas pronto mejorarían y que pronto toda la locura por fin
llegaría a su fin. Tenía buen ánimo y sentía que pronto todo terminaría y la
normalidad, o al menos algo parecido, pronto tocaría a la puerta.
En el mundo, había saltado la volada de una nueva forma del Covid en
Inglaterra, el mundo se alertaba de nuevo y al parecer, aunque nadie lo decía
abiertamente, el temor de regresar de nuevo a lo que tanto había costado salir,
estaba en el aire.
Llego Febrero y los temores empezaron a ser fundados, el gobierno se
alarmo pues los casos de Covid comenzaron a elevarse y el dolor se apoderaba de
muchas familias.
Amigos cercanos de Simón, gente que alguna vez conoció, gente que eran
amigos o familiares de amigos estaban cayendo enfermos presos del virus y
muchos de ellos no podían resistir más y fallecían. Todos los días era escuchar
que alguien pedía desesperadamente ayuda o que alguien partía de este mundo. La
gente se empezaba a insensibilizar al escuchar de muertes a cada minuto.
El gobierno volvió a cometer el error de su antecesor y encerró a las
personas de nuevo. Al parecer no entendieron o no quisieron entender que muchos
se habían salvado económicamente de milagro la primera vez y que no resistirían
un segundo encierro. Los negocios empezaron a cerrar por obligación y el país
parecía que entraba en una crisis económica de nuevo. Y las personas
desesperadas no sabían cómo salir, historias miles se escuchaban en la ciudad,
pero el gobierno cerraba sus oídos, al parecer no les importaba el dolor del
pueblo. Un sentimiento de impotencia se hacía sentir.
Simón otra vez en el encierro, escapándose de vez en cuando pues a los
cautivos se les dio libertad por una miserable hora, no sabe que es lo que
sucederá a futuro, pero entiende que el país no resistirá mucho tiempo más y
que ya está en el límite. Se duele por sus hermanos.
Mientras tanto entre promesas de que todo terminara, de vacunas que
nunca llegan, de escándalos por vacunados VIP, de elecciones en veremos, de
migraciones extremas y otros tantos problemas, la incertidumbre es evidente.
Simón sabe que Lima es más grande que sus problemas, pero se cuestiona
sobre él porque tiene los gobernantes que tiene. Él tiene la ventaja de que de
alguna forma puede afrontar el encierro, pero siempre se pregunta que será de
todas esas personas que están al límite. ¿Hasta dónde podrán aguantar? Él sabe
que un cambio y medidas que den resultado son necesarias.
Simón no entiende como paso todo esto, el añora el poder pasear con su
bicicleta con libertad, el tomar aire sin restricción, el ir a caminar por el
Centro de Lima, asistir al cine con sus amigos, salir a comer, llegar a casa de
madrugada, ir a un concierto…. El como muchos otros peruanos dice: Éramos
felices, pero no lo sabíamos.
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