lunes, 22 de abril de 2024

Cuento: Un Virus que cambio nuestra forma de ver y vivir nuestras vidas.

 



¿Cuánto puede resistir un país las inclemencias de una crisis mundial y de un gobierno despreocupado e irresponsable?

Año 2020 y Simón acababa de renunciar a su trabajo para perseguir otros horizontes. Estaba con las pilas puestas y tenía programado viajar por un mes a Chile y Argentina para conocer y aprender. Él siempre decía que viajar era la mejor inversión que uno podía hacer, pues el conocer otras culturas distintas no tenía precio.

Luego del viaje, las cosas en Lima seguían normales, todos hacían su vida, la rutina diaria, Lima seguía siendo la ciudad caótica de siempre y cada uno vivía en su propio mundo. Pero las cosas estaban a punto de cambiar, una nube negra se veía venir en el horizonte.

En China, se estaba desarrollando un virus que al principio parecía seria de escala local, pero como estamos en tiempos en donde todo el mundo viaja de aquí para allá, el virus rápidamente se expandiría por todo el mundo, causando zozobra en la población mundial.

Inmediatamente muchos países cerraron sus fronteras y se pusieron en alerta roja. Pero lejos estábamos de saber lo que sucedería y las implicancias que este virus tendría en el mundo.

Simón se había enterado del virus, pero al igual que sus compatriotas no le daba mayor importancia y las cosas seguían iguales durante el mes de marzo. Pero alrededor del 10 de marzo de a pocos todo empezaría a cambiar. Apareció el primer infectado, no se tomaron las medidas necesarias y en poco tiempo llegarían a 43 y la cifra subía como la espuma.

Hasta que el 15 de marzo, lo que era un secreto a voces finalmente salto a la luz. El gobierno a través de un mensaje a la nación decretaba la cuarentena generalizada, lo que en la práctica significaba que todos debían permanecer en sus casas con orden de inamovilidad. El país quedaba paralizado. El gobierno no sabía cómo manejar la crisis, las personas tampoco entendían como debían de reaccionar, esto era algo nuevo.

Al pobre Simón le cancelaron el concierto de Guns and Roses, estaba muy triste por el hecho, pero luego entendió y se resignó.

A Simón esto le afectaba, pero no en un nivel demasiado alto, no podría salir a la iglesia, ni ver a sus amigos, tampoco a hacer deporte. Pero más allá de pensar en él, Simón meditaba en que sería de todas aquellas personas para las cuales el trabajar significaba comer, es decir sino trabajaban no comían.

En el Perú el 70% de los negocios son informales, entonces al encerrar a las personas en sus casas, significaba que ellas no comerían, pero parece que al gobierno eso no le importaba mucho. Por otro lado, empezaron a dar bonos, pero estos estuvieron mal planificados y solo beneficiaban a unos pocos y en contados casos a quienes no lo necesitaban.

Simón pasaba su encierro leyendo todo lo que podía, escribiendo en su PC, viendo series, cocinando y buscando la manera de mantenerse entretenido para no caer en la insania.

Los meses se hacían eternos y la solución parecía cada vez más lejana, las personas estaban desesperadas y ya no soportaban el encierro. La economía era la más golpeada y el país estaba cavando su propia tumba.

A mediados de junio el gobierno dio luz verde y levanto en parte el aislamiento, con medidas más flexibles. Las personas podían salir de sus casas con restricciones y se dio un impulso para reactivar la economía. Algo era algo.

Simón recibió la noticia con regocijo, sobre todo porque ya podía salir de su casa con precaución, pero era libre para empezar a recorrer la ciudad en dos ruedas otra vez. Y eso empezó a ser de a pocos recorrería Lima una y otra vez.

Los negocios empezaban a abrir sus puertas nuevamente y las personas empezaban a tomar las calles por asalto de nuevo, los centros comerciales abrían sus puertas con aforo limitado y la normalidad restringida regresaba de a pocos, un paso a la vez.

Los meses pasaban, el gobierno tomaba las cosas a la ligera y las personas se empezaron a acostumbrar a vivir con el virus y comenzaron a bajar la guardia. Parecía que el virus era uno más, solo había que hacer unos ajustes y listo, la vida seguía su curso.

Simón empezó a tener trabajos esporádicos que lo ayudaban en su alicaída economía, iba de un lado a otro en bici cumpliendo diversos encargos y se beneficiaba de la tecnología digital para cumplir otros. Paulatinamente empezó a agarrar confianza y comenzó a frecuentar a sus amigos de nuevo, eso lo mantenía vivo y con buen ánimo.

El año estaba llegando a su fin, y en el país las cosas andaban complicadas, el gobierno seguía tomando malas decisiones, el pueblo estaba cansado, el Congreso hacia lo que le daba la gana y en menos de un mes, el Perú llego a tener 3 presidentes diferentes, luego de mil complicaciones se eligió a Francisco Sagasti como mandatario

Llegaban las navidades y el pueblo se abalanzo a los Centro Comerciales y al Centro de Lima, al parecer para muchos de ellos la cuarentena había terminado y podían hacer las cosas con normalidad, pero la realidad era diferente. Era indignante ver lo que sucedía en la televisión.

Simón empezó un nuevo año con nuevas expectativas, en su ingenuidad creía que las cosas pronto mejorarían y que pronto toda la locura por fin llegaría a su fin. Tenía buen ánimo y sentía que pronto todo terminaría y la normalidad, o al menos algo parecido, pronto tocaría a la puerta.

En el mundo, había saltado la volada de una nueva forma del Covid en Inglaterra, el mundo se alertaba de nuevo y al parecer, aunque nadie lo decía abiertamente, el temor de regresar de nuevo a lo que tanto había costado salir, estaba en el aire.

Llego Febrero y los temores empezaron a ser fundados, el gobierno se alarmo pues los casos de Covid comenzaron a elevarse y el dolor se apoderaba de muchas familias.

Amigos cercanos de Simón, gente que alguna vez conoció, gente que eran amigos o familiares de amigos estaban cayendo enfermos presos del virus y muchos de ellos no podían resistir más y fallecían. Todos los días era escuchar que alguien pedía desesperadamente ayuda o que alguien partía de este mundo. La gente se empezaba a insensibilizar al escuchar de muertes a cada minuto.

El gobierno volvió a cometer el error de su antecesor y encerró a las personas de nuevo. Al parecer no entendieron o no quisieron entender que muchos se habían salvado económicamente de milagro la primera vez y que no resistirían un segundo encierro. Los negocios empezaron a cerrar por obligación y el país parecía que entraba en una crisis económica de nuevo. Y las personas desesperadas no sabían cómo salir, historias miles se escuchaban en la ciudad, pero el gobierno cerraba sus oídos, al parecer no les importaba el dolor del pueblo. Un sentimiento de impotencia se hacía sentir.

Simón otra vez en el encierro, escapándose de vez en cuando pues a los cautivos se les dio libertad por una miserable hora, no sabe que es lo que sucederá a futuro, pero entiende que el país no resistirá mucho tiempo más y que ya está en el límite. Se duele por sus hermanos.

Mientras tanto entre promesas de que todo terminara, de vacunas que nunca llegan, de escándalos por vacunados VIP, de elecciones en veremos, de migraciones extremas y otros tantos problemas, la incertidumbre es evidente.

Simón sabe que Lima es más grande que sus problemas, pero se cuestiona sobre él porque tiene los gobernantes que tiene. Él tiene la ventaja de que de alguna forma puede afrontar el encierro, pero siempre se pregunta que será de todas esas personas que están al límite. ¿Hasta dónde podrán aguantar? Él sabe que un cambio y medidas que den resultado son necesarias.

Simón no entiende como paso todo esto, el añora el poder pasear con su bicicleta con libertad, el tomar aire sin restricción, el ir a caminar por el Centro de Lima, asistir al cine con sus amigos, salir a comer, llegar a casa de madrugada, ir a un concierto…. El como muchos otros peruanos dice: Éramos felices, pero no lo sabíamos.

 

 

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