domingo, 13 de marzo de 2016

NUESTRO IMPULSO PARA PERDONAR


Mateo 6.14-15
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
Cuenta la Biblia de un hombre que le debía mucho dinero al rey, este hombre compareció ante el rey y le rogo que le pudiera perdonar la deuda, el rey movido a misericordia le condonó la deuda. Un tiempo después este hombre se encontró con un consiervo suyo que le debía una poca cantidad de dinero y le rogó que le condonara la deuda, pero no quiso y lo echo en la cárcel. El rey se enteró de esto y lo llamó ante su presencia y le recriminó por su actitud. Luego lo castigó (Mateo 18.21-32).
El perdonar no es algo sencillo, es una de las cosas más difíciles de hacer. Perdonar es difícil por el dolor que sentimos, por lo que nos hicieron, por el sentido de venganza que guardamos contra esa persona y sobretodo porque nuestro orgullo nos impide dar el primer pasó y ser los primeros en pedir perdón aun cuando la otra persona sea la culpable. Humanamente es casi imposible el pedir perdón, pero… ¿hay alguna manera de hacerlo?
Efesios 4.32
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
Nuestro impulso para hacerlo debe ser tener en mente el ejemplo de Jesús. Si hay una persona a quien nadie le hubiera reprochado el no perdonar quizás sería Él. Fue acusado de algo que no cometió (se lo inventaron), se burlaron inmisericordemente, lo golpearon al punto de dejarlo casi desfigurado, sus amigos lo abandonaron. Sin embargo, nada lo detuvo, no hubo ningún resentimiento en Él, fue a la cruz para dar su vida por nosotros y sufrió más que ninguna otra persona en la historia. Y es sólo a través de Él que nosotros podemos perdonar. Nadie dice que será fácil, sobre todo con la cicatrices que quizás tengas marcadas en el corazón, pero es el mejor camino… Quítate ese peso de encima, déjalo en manos de Dios y no sigas acumulando rencor en tu corazón… ¿Lo harás?


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