domingo, 28 de febrero de 2016

Devocional: ¡Habla laodicense!


Para Dios no siempre ser pobre es una maldición, ni ser rico es una bendición. Dios siempre mide diferente que el hombre.

Párate al lado de Bill Gates y serás un limosnero. Párate al lado de un pirañita que duerme a orillas del río Rímac y te sentirás un todopoderoso. ¡Pruébalo! La revista Forbes le ha dice al mundo cada año quién es quién en este planeta. Su lista top anual muestra a los dueños del mundo que se han hecho un hueco a punta de ya tú sabes, para disputarse el bizarro honor de quién es el más rico de todos. Pero, ¿qué puede pensar Dios de un rico de este mundo? Bueno allí te va: “Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no necesitas de nada. Pero no te das cuenta de que eres un desventurado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo.18 Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro refinado en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Sólo así podrás ver realmente como son las cosas” (Apocalipsis 3.17-18 BLS/PAR). ¿Duele? ¡Cómo duele!
Vamos, no hay que engañarse con vanos conceptos, si lo dice el de arriba que es más exhaustivo que nosotros entonces así hay que medir las cosas. La gente que vivía en Laodicea, (una ciudad comercialmente clave para entonces ubicada en el valle del río Licus, y que llevaba el nombre de la mujer del líder seléucida Antíoco II, Laodice), estaba confiando su existencia en las riquezas por encima del Señor. Ellos medían la vida espiritual de un creyente en base a su vana prosperidad material. ¿No suena eso conocido? Ese pensamiento se ha masificado hoy en la Iglesia. Según Dios, el hombre que lo tiene todo es el que está consumido en una miserable pobreza real al carecer de una relación personal con Jesucristo. Espiritualmente está muerto en vida y él ni cuenta se da. 

Él se considera rico a sus ojos, pero a los ojos de Dios es un insoportable pordiosero.
Ahora observa quiénes son los verdaderamente ricos según la medida de Dios. “¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2.5). Un rico en fe equivale a alguien que tiene una genuina relación con Dios, que ha hecho de Jesús el Salvador y Señor de su vida aceptando su salvación y vida eterna ganada con su sangre en la cruz, es feliz con lo que posee sin llegar al conformismo y es un total dependiente y deudo de la misericordia y gracia de Dios. No imagina su vida sin Él ¡jamás!
Santiago no suelta por ningún lado la idea de que seremos ricos en posesiones, sino en fe. Alguna mente torcida dirá, “pero la fe es para prosperarme” !No es cierto! La fe está hecha para que la voluntad de Dios se cumpla en nuestra vida. En Hebreos 11 existe una lista de héroes con una fe pocas veces vista, asombrosa y a veces escalofriante, y que pese a ello, nunca recibieron lo que se les prometió con tal de cumplir el propósito de Dios. Rozaron el límite de sus fuerzas, sudaron agonías por honrar a Dios y el Señor dijo que el mundo no era digno de ellos (Hebreos 11.33-39). No tenían nada, y a la vez lo tenían todo. Eran los pobres de este mundo. ¡Qué pobres!

El gran peligro de las riquezas es que tu corazón se vaya como loco tras ellas y sean ellas tu dios, con un Jesús relegado y lejos del alcance de tu vista. No lo vas a creer: los hermanos laodicenses dejaron a Cristo fuera de su propio templo. El “Yo estoy a la puerta y llamo” (Apocalipsis 3.20) es eso… ¡Jesús pidiendo entrar! El sabio Salomón escribió algo desconcertante: “¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo” (Proverbios 23.5). “Hay quienes se hacen ricos, y no tienen nada: Y hay quienes se hacen pobres, y tienen muchas riquezas” (Proverbios 13.7). ¡Qué dices! Para Dios no siempre ser pobre es una maldición, ni ser rico es una bendición. No lo tendremos todo en la tierra porque fuimos creados para una vida superior a la que tenemos. Jesús habló de invertir bien la vida: “Hagan tesoros en el cielo y no en la tierra” (Mateo 6.20). Con seguridad, ninguno que figura en la lista Forbes forma parte de la lista de ricos según Dios.

¡Habla laodicense! Es hora de desmitificar a los ricos. No materialices tu vida espiritual. La fe no la necesita. Si tu prosperidad es consecuencia de una vida justa y piadosa, bienvenida sea. Mejor adopta el consejo de Dios y vivirás sin afán como pensaba el rey David y el escritor de Proverbios: “Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores” (Salmo 37.16). “(Señor) no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; 9 no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios” (Proverbios 30.8-9). Quizá un hijo de Dios no lo tenga todo aquí, pero tiene a Cristo, su gracia, su perdón, su amor, su paz, su confianza, su provisión, su salvación y la vida eterna. ¿Eso es poco? Recibe tu pan nuestro de cada día con gratitud a Dios, ten contentamiento con lo que tienes y vive tu vida sin el estrés convulso que agobia a las mayorías donde la codicia manda y domina al hombre sin Dios. Si hoy tu Señor te midiera, ¿serías hallado rico o pobre según sus cánones? Él siempre mide diferente que el hombre, pero su medida es exacta y sobre todo justa.

Bendiciones totales,

Raul Zetta

Tomado del Devocional el Z + 1.

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