Lucas
24.5-7
“¿Por
qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha
resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres
pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.» Entonces ellas se
acordaron de sus palabras.”
Hasta
cierto punto los seguidores de Jesús habían creído en Él antes de su muerte y
su resurrección. Pedro y compañía habían dejado todo y lo seguían, mientras
esperaban ver a un Jesús ganador y victorioso. Un ejemplo de la fe inmadura
pero verdadera es lo que Pedro le dijo a su Maestro: “Tú eres el Cristo, el
hijo de Dios viviente” (Mateo 16.16). Pero su fe había sido golpeada mientras,
paralelamente, los romanos golpeaban a Jesús; mientras éste era humillado ante
la muchedumbre de judíos que demandaban su vida.
Durante su crucifixión y
sepultura, los discípulos habían escondido su fe. Se habían desanimado y
muchos, vueltos a sus casas. Algunos se reunieron en una casa planeando (tal
vez) que sería de su vida de ahora en adelante. No la tenían clara. Pero luego
de tres días, algo sucedió. Su fe volvió a surgir y salieron adelante a
presentar al mundo el Evangelio del Salvador crucificado pero resucitado. ¿Qué
pasó?
Mientras
Jesús estuvo en la tierra, dijo que los hombres lo llevarían a la muerte por
crucifixión, y dio muchos detalles de cómo su muerte habría de tener lugar.
Dijo además que luego de estar sepultado tres días y tres noches, el Dios de
Abraham, de Isaac y Jacob, el Dios de la Biblia, lo levantaría de entre los
muertos (Mateo 16.21, 16.22-23, Marcos 9:31, Lucas 18:31-33). Esta era una gran
pretensión. Aparentemente era una pretensión imposible. Desde su creación, los
hombres habían venido y se había ido, y de acuerdo con lo conocido mediante la
observación (y su razón) éste era el fin de todos. Pero este hombre Jesús no
dudaba en afirmar que su experiencia sería totalmente contraria a lo que había
pasado durante muchos y largos siglos. Para los seguidores de Jesús también se
les hizo difícil creer lo que su Maestro repetía una y otra vez. Sin embargo,
eso fue lo que sucedió. Pasó tal cual lo había prometido. Y al resucitar, todo
tuvo sentido: Dios había aceptado el Sacrificio, la deuda estaba cancelada. El
pecado había triunfado en la cruz, pero Dios triunfó en la resurrección.
El
Evangelio que Cristo nos dejó (y como orden, debemos llevarla por todo el
mundo) se basa en dos hechos esenciales: un Salvador murió y vive. La sepultura
comprueba la realidad de su muerte. Él no solo se desmayó luego fue reanimado.
No, Él murió y fue sepultado; Él resucitó y fue visto. Sin la resurrección no
hay Evangelio. La base de nuestra fe radica en ello, tal como el apóstol Pablo
lo dijo: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros
pecados” (1 Corintios 15.17). Jesús hizo una promesa a sus discípulos y lo
cumplió; y tiene también una promesa por cumplir con aquellos que lo siguen:
“Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros
también estéis“ (Juan 14.2-3). ¿Acaso existe algo que pueda darnos mayor
esperanza y seguridad? La seguridad de que en su momento seremos resucitados
con Él. La esperanza de una vida eterna a su lado. ¿Crees en Su promesa?
#DanielJ #Adhulam
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