jueves, 21 de abril de 2016

LO QUE UNE


Juan 17.20-21
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, para que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”

¿Te acuerdas de los discípulos de Jesús? Seguro que sí, por lo menos de la mayoría. ¿Te acuerdas de sus profesiones? Es decir, que hacían al momento de que Jesús los llamó a seguirlo. Bueno, teníamos entre ellos a pescadores, publicanos, guerrilleros; y entre su forma de ser teníamos algunos iracundos, obstinados, santurrones (a veces); en fin, cada uno tenía su forma de ser (como nosotros). La pregunta es, ¿cómo es que llegaron a permanecer juntos al final de todo si eran tan diferentes? “Cuando llego el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2.1). ¿Cómo es que personas tan distintas en cuanto a su carácter y personalidad pudieron estar orando con el mismo sentir de una forma tan intensa que el poder de Dios descendió sobre ellos?

Cuando entramos a algún lugar tratamos de involucrarnos con el grupo al que consideramos puedan tener gustos similares a los nuestros, y así descubres que hay otros que se asocian de igual forma a los suyos. Posiblemente en tu congregación conozcas personas con pensamientos distintos a los tuyos, con necesidades distintas, gustos diferentes en cuanto a música, ropa, pasatiempos, hasta en la comida; y a veces hasta podrías sentir que no estás en el lugar adecuado. Posiblemente no, pero te animo a pensar antes en algo: ¿Has intentado buscar algo en común con ellos? Y no me refiero a alguna de las cosas mencionadas, sino a lo más importante: Cristo. Si te das cuenta de ello, Él hace que todas esas diferencias sean secundarias e insignificantes.


Es la razón por la que Jesucristo oró la última noche que estuvo con sus amigos pidiendo a Su Padre que todos ellos (recontra distintos) puedan ser UNO; que lleguen a tener un mismo corazón, un mismo sentir, una misma misión, unidos como un cuerpo… ¿lo fueron? “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hechos 4.32). ¡Sí! Supongo que aún seguían siendo distintos en su personalidad (algunos buscaban esperar, otros ya inmediatamente a salir) pero lo que si estoy seguro es que tenían la convicción de que debían permanecer juntos no solo físicamente sino con todo su espíritu, y lo hacían a través de la obediencia a Su Señor. Motiva la actitud de la Iglesia de los Hechos porque ponían todo en común y si no tenían propiedades o recursos, daban lo que podían dar: su tiempo y apoyo entre ellos "Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca." (Hebreos 10.24-25). No dejes que tu personalidad ni tu apatía por socializar hagan que te aísles de tus hermanos. Conocerlos es una bendición para sus vidas y definitivamente para la tuya. Encuentra lo que te une a ellos: Cristo. ‪#‎DanielJ ‪#‎Adhulam

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