EXTRAÍDO DEL LIBRO "EL PROBLEMA DEL DOLOR"
Las inexorables
"leyes de la naturaleza" que operan a despecho del sufrimiento humano
o de la desolación, que
no son eliminadas por la oración, parecen proporcionar a primera
Vista un fuerte
argumento contra la bondad y poder de Dios. Voy a proponer que ni siquiera la
Omnipotencia podría crear una sociedad de almas libres sin, al mismo tiempo, crear
una naturaleza relativamente independiente e "inexorable".
La sociedad, entonces,
implica un espacio común o "mundo", dentro del cual sus miembros se
conocen. Si existe una sociedad angélica, como generalmente han creído los
cristianos, los ángeles también deben tener ese mundo o espacio, algo que es
para ellos lo que la "materia" (en sentido moderno, no escolástico)
es para nosotros.
Podemos, a lo mejor,
imaginarnos un mundo en que Dios a cada instante corrigiera los
Resultados de este abuso
de libre albedrío por parte de sus creaturas, de manera que una viga de madera
se volviera suave como el pasto al ser usada como arma, y que el aire rehusara
obedecerme si yo intentara propagar ondas sonoras portadoras de mentiras o
insultos. Pero, en un mundo así, las acciones erróneas serían imposibles y, por
lo tanto, la libertad de la voluntad sería nula. Aún más, si el principio se
llevara a su conclusión lógica, los malos pensamientos serían imposibles,
porque la materia cerebral que usamos al pensar, se negaría a cumplir su
función al intentar nosotros dar forma a esos pensamientos. Toda materia
cercana a un hombre malvado estaría expuesta a sufrir alteraciones
impredecibles. Que Dios puede modificar el comportamiento de la materia —y de
hecho en ocasiones lo hace— y producir
aquello que llamamos milagro, es parte de la fe cristiana; pero, la concepción
misma de un mundo común y, por lo tanto, estable, exige que tales ocasiones
sean extremadamente excepcionales. En un juego de ajedrez se pueden hacer
ciertas concesiones arbitrarias al adversario, que son respecto a las reglas
comunes del juego, lo que los milagros respecto a las leyes de la naturaleza.
Uno se puede despojar de una torre, o permitirle al otro que a veces corrija
una jugada hecha en forma descuidada; pero, si uno permitiera que el otro en
todo momento hiciera lo que le viniera en gana, si todas las jugadas de éste
fueran anulables y las piezas de uno desaparecieran cada vez que su posición en
el tablero no fuera del gusto del adversario, no podría haber juego alguno. Lo
mismo ocurre con las almas: leyes fijas, consecuencias que se revelan por
necesidad causal, todo el orden natural, son los límites dentro de los cuales
se enmarca su vida en común y, al mismo tiempo, la única condición bajo la cual
esa vida es posible. Trate de excluir la posibilidad de sufrimiento que el
orden de la naturaleza y la existencia de voluntades libres implican, y
encontrará que ha excluido la vida misma.
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