Simón, el Zelote, es uno de los
apóstoles que traen el ejemplo de la transformación de Cristo.
La Biblia no dice como era la vida de
este personaje, pero el término usado para referirse a él, “Zelote”, trae
algunas piezas del rompecabezas que ayudan a armar la historia de Simón.
Primeramente, vale resaltar que “Simón”
era un hombre muy común en la época de Cristo – inclusive entre los apóstoles
había otro “Simón”, o Pedro.
Por profesión, Simón era pescador. Sin
embargo, aparentemente, él formaba parte de la facción de los Zelotes.
Un grupo contra el dominio de Roma
Cuando Roma invadió el territorio judío,
obligó al pueblo a pagar los impuestos y llevó un poco de su cultura al lugar.
Muchos judíos no estaban de acuerdo con aquello y deseaban el retorno de los
tiempos de gloria del rey David y del rey Salomón, cuando Israel era próspero e
independiente.
Entonces, a causa de eso, muchas
revoluciones e indignación surgieron entre los judíos. En medio de esa presión,
un grupo de extremistas, llamado Zelotes, se opuso a los romanos. El nombre
hacía referencia al celo que tenían con las leyes de Moisés y el pasado
judaico.
Ellos creían en la libertad por la
espada. Aceptaban morir, si fuera necesario. Luego el grupo tomó la forma de
una ideología política entre los judíos – una referencia a los movimientos es
dada en el libro de Hechos, capítulo 5, versículo 36 al 38.
Puede ser que Simón, antes de conocer al
Señor Jesús, fuese un simpatizante de la causa de los Zelotes. Tal vez él no
habría luchado con espada por la causa, pero eso muestra el interés que tenía
en ver la liberación de su pueblo. Y, con el tiempo, viendo la actitud de Jesús
delante de los quebrantados de corazón, percibió que la liberación no sucedería
por la espada (ni de un contexto político), pero sí por la fe (y en un plano
espiritual).
Lo interesante es que Mateo, era un
judío cobrador de impuestos al servicio de Roma. En otras palabras, él
representaba contra quienes Simón Zelote, luchaba. Y, sin embargo, los dos
convivían pacíficamente con los otros discípulos y se trataban con respeto. Lo
que prueba la unidad de Cristo. Los dos discípulos fueron tan transformados por
las palabras del Señor, que dejaron en el pasado todas las diferencias,
creencias y valores que conducían sus vidas.
Así también es en los días de hoy. A
Dios no le preocupa la condición en la que la persona llega a la iglesia. Tal
vez aquella persona, en el pasado, haya consumido drogas, haya sido un
delincuente, o cualquier otra cosa negativa. No importa. El Señor Jesús tiene
los brazos abiertos para recibir a todos los que desean morir para el mundo.
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