Por Hasia Diner
Durante cuatro siglos decenas de millones de inmigrantes han hecho de Estados Unidos lo que es hoy. Vinieron a forjarse una nueva vida en el nuevo mundo; su trabajo y esfuerzo los benefició a ellos y a su nueva patria.
Hasia Diner es profesora de historia en la Universidad de Nueva York, en la ciudad de Nueva York.
Millones de hombres y mujeres de todo el mundo tomaron la decisión de emigrar a Estados Unidos. Este hecho constituye uno de los elementos centrales del desarrollo general del país, que involucra un proceso fundamental en sus orígenes prenacionales, su surgimiento como nación nueva e Independiente y su elevación subsiguiente al pasar de ser un puesto de avanzada Atlántico a ser una potencia mundial, particularmente en lo que respecta a su crecimiento económico. La inmigración ha hecho a los Estados Unidos de América.
Al igual que muchas otras sociedades, antes y después de alcanzar su independencia, Estados Unidos dependió de la corriente de recién llegados del exterior para poblar sus tierras relativamente abiertas y sin colonizar. Compartió esta realidad histórica con Canadá, Sudáfrica. Australia, Nueva Zelandia y Argentina, entre otras naciones.
En todos estos casos las potencias Imperiales que reclamaban estos lugares tenían acceso a dos de los tres elementos esenciales para lograr su meta de extraer recursos naturales de la colonia. Tenían tierra y capital pero carecían de gente para la agricultura, la explotación maderera, la minería, la caza y otras actividades similares. Los administradores coloniales trataron de usar mano de obra nativa, con mayor o menor resultado, y permitieron el aumento del comercio de esclavos africanos, trayendo contra su voluntad a millones de emigrantes a estos puestos de avanzada en el Nuevo Mundo.
En todos estos casos las potencias Imperiales que reclamaban estos lugares tenían acceso a dos de los tres elementos esenciales para lograr su meta de extraer recursos naturales de la colonia. Tenían tierra y capital pero carecían de gente para la agricultura, la explotación maderera, la minería, la caza y otras actividades similares. Los administradores coloniales trataron de usar mano de obra nativa, con mayor o menor resultado, y permitieron el aumento del comercio de esclavos africanos, trayendo contra su voluntad a millones de emigrantes a estos puestos de avanzada en el Nuevo Mundo.
La inmigración, sin embargo, desempeñó un papel clave no sólo al hacer posible el desarrollo de Estados Unidos sino también al dar forma a la naturaleza básica de su sociedad. Su historia se divide en cinco períodos diferentes, cada uno de los cuales involucra diversas tasas de migración desde lugares del mundo distintos. Cada uno de ellos refleja mucho de la naturaleza básica de la sociedad y de la economía estadounidenses y también contribuyó a darles forma.
Colonizadores del Nuevo Mundo
La primera era, y la más prolongada, se extendió desde el siglo 17 hasta comienzos del siglo 19. Los inmigrantes llegaron de todos los lugares, incluso del área de habla alemana del Palatinado, Francia (protestantes hugonotes) y los Países Bajos. Otros inmigrantes eran judíos, también de los Países Bajos y de Polonia, pero la mayor parte de los inmigrantes de esta época provenían de las Islas Británicas, con los ingleses, escoceses, galeses e irlandeses del Ulster que se concentraron en las diferentes colonias (después estados) y regiones.
Estos inmigrantes, llamados por lo general colonizadores, optaron en su mayoría por la agricultura. La promesa de tierras baratas fue un atractivo importante para los europeos relativamente empobrecidos del norte y occidente, a quienes les resultaba difícil aprovechar la modernización de las economías de sus patrias. Un grupo de inmigrantes merece atención especial debido a que su experiencia arroja mucha luz sobre las fuerzas que impulsaron la emigración. En ese momento una cantidad considerable de hombres y mujeres vinieron como sirvientes contratados. Se comprometían con empleadores que especificaban el tiempo y las condiciones del trabajo a cambio del pasaje al Nuevo Mundo. Aunque soportaban condiciones duras durante el tiempo de su servicio, adquirían la propiedad de terrenos pequeños que luego podían laborar como propietarios rurales independientes.
La Migración en Masa
Las cantidades que vinieron durante esta era fueron relativamente pequeñas. Sin embargo eso cambió para la década de 1820. Este período abrió la primera era de migración en masa. Desde esa década hasta la de 1880, alrededor de 15 millones de inmigrantes llegaron a Estados Unidos. Muchos de ellos escogieron la agricultura en el medio oeste y en el nordeste, mientras que otros se dirigieron a ciudades como Nueva York, Filadelfia, Boston y Baltimore.
Esta transición fue influida por la situación tanto en Europa como en Estados Unidos. El fin de las guerras napoleónicas en Europa liberó a hombres jóvenes del servicio militar en sus patrias al mismo tiempo en que la industrialización y la consolidación agrícola en Inglaterra, Escandinavia y mucho de Europa central transformaba las economías locales y creaba una clase de gente joven que no podía ganarse la vida bajo el nuevo orden. La demanda de mano de obra inmigrante aumentó mucho con dos acontecimientos importantes: la colonización del medio oeste estadounidense tras la inauguración del canal Erie en 1825 y el crecimiento relacionado del puerto de Nueva York, y los primeros avances de desarrollo industrial, particularmente en la producción textil, concentrados en Nueva Inglaterra.
Los inmigrantes tendían a concentrarse por grupos en barrios, ciudades y regiones particulares. El medio oeste estadounidense, al surgir a mediados del siglo 19 como una de las regiones agrícolas más fértiles del mundo, pasó a ser el hogar de comunidades estrechamente unidas y relativamente homogéneas de inmigrantes de Suecia, Noruega, Dinamarca, Bohemia y diversas regiones de lo que en 1871 pasaría a ser Alemania.
En esta era se registró la primera llegada de inmigrantes católicos en gran escala a Estados Unidos, hasta entonces en gran parte protestante. Estos hombres y mujeres en su mayoría irlandeses inspiraron la primera ronda seria de nativismo en la nación, que combinó la antipatía por los inmigrantes en general con el temor al catolicismo y la aversión a los irlandeses. Este nativismo engendró un poderoso movimiento e incluso un partido político, denominado "Los Ignorantes", que hicieron de la antiinmigración y del anticatolicismo temas centrales de su agenda política, particularmente en las décadas inmediatamente anteriores a la Guerra Civil (1861-1865). En este período también llegaron pequeñas cantidades de chinos al oeste estadounidense. Los estadounidenses nacidos en el país reaccionaron intensa y negativamente a su llegada, lo cual condujo a la única ley contra la inmigración que nombra a un grupo específico como objeto de una política restrictiva: la Ley de Exclusión China de 1882.
Las Olas se tornan en inundación
De manera gradual en el curso de las décadas posteriores a la Guerra Civil, al cambiar las fuentes de la inmigración, también cambió la tecnología de los viajes marítimos. Donde los inmigrantes anteriores habían llegado a Estados Unidos en barcos de vela, ahora las innovaciones del transporte a vapor hicieron posible que naves con más capacidad trajeran cargamentos más grandes de inmigrantes. Los inmigrantes de esta era procedieron del sur y del este de Europa, regiones que a fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20 estaban pasando por las mismas transiciones económicas que habían experimentado previamente el oeste y el norte de Europa.
Al igual que con los inmigrantes del período anterior, entre los recién llegados predominaban los jóvenes. Esta ola migratoria, que constituyó el tercer episodio en la historia de la inmigración en Estados Unidos, podría ser descrita mejor como una inundación de inmigrantes, con casi 25 millones de europeos que hicieron el viaje. El bulto de esta corriente migratoria estuvo constituido por italianos, griegos, húngaros, polacos y otros que hablaban idiomas eslavos. También incluyó entre 2,5 y 3 millones de judíos.
Cada grupo manifestaba un patrón característico en lo referido a equilibrio de género dentro del conjunto migratorio, la permanencia de su migración, sus tasas de alfabetismo, balance entre adultos y niños y otras cuestiones similares. Pero todos compartieron una característica generalizada: fueron a destinos urbanos y constituyeron la masa de la mano de obra industrial, haciendo posible el surgimiento de industrias como las del acero, el carbón, los automóviles, la textil y la de producción de ropas, permitiendo a Estados Unidos saltar a la primera fila de los gigantes económicos mundiales.
Sus destinos urbanos, sus cantidades y quizás una simple antipatía humana básica hacia los extranjeros condujeron al surgimiento de una segunda oleada de xenofobia organizada. Para la década de 1890, muchos estadounidenses, particularmente blancos, nacidos en el país y de buena posición económica, consideraban que la inmigración planteaba un grave peligro a la salud y seguridad de la nación. En 1893 un grupo de ellos formó la Liga de Restricción de la Inmigración y ésta, junto con otras organizaciones de inclinación similar, comenzaron a presionar al Congreso para reducir la inmigración extranjera.
Legislación de la Inmigración
Las restricciones avanzaron lentamente durante fines del siglo 19 y comienzos del siglo 20, pero inmediatamente después de la primera guerra mundial (1914-1918) y a comienzos de la década de 1920, el Congreso cambió la política básica de la nación sobre inmigración. La Ley de Orígenes Nacionales de 1921 (y en su forma final en 1924) no sólo limitaba la cantidad de inmigrantes que podían entrar a Estados Unidos sino que también asignaba cupos basados en los orígenes nacionales. Se trataba de una ley complicada que esencialmente daba preferencia a los inmigrantes del norte y del oeste de Europa, limitaba mucho las cantidades del este y sudeste de Europa y declaraba a todos los inmigrantes potenciales procedentes de Asia inmerecedores de entrar a Estados Unidos.
La legislación excluía al Hemisferio Occidental del sistema de cuotas, y en la década de 1920 abrió el camino a la penúltima era de la historia de la inmigración en Estados Unidos. Los inmigrantes podían entrar libremente, y con frecuencia lo hacían, desde México, el Caribe (incluso Jamaica, Barbados y Haití), y otras partes de Centro y Sudamérica. Esta época, que reflejó la aplicación de la ley de 1924, duró hasta 1965. Durante esos 40 años, Estados Unidos comenzó a admitir, caso por caso, cantidades limitadas de refugiados. Refugiados judíos de la Alemania nazi antes de la segunda guerra mundial, sobrevivientes del holocausto después de la guerra, personas desplazadas que no eran judías y huían del comunismo en Europa oriental, húngaros que buscaban asilo tras el fracaso de su alzamiento en 1956, y cubanos que huían después de la revolución de 1960 encontraron un refugio en Estados Unidos debido a que su situación conmovió la conciencia de los estadounidenses, pero la ley básica de inmigración siguió vigente.
La Ley Hart-Cellar
Todo esto cambió con la aprobación de la Ley Hart-Cellar en 1965, un derivado de la revolución de los derechos civiles y una joya en la corona en los programas de la Gran Sociedad del presidente Lyndon B. Johnson. La medida no fue adoptada para estimular la inmigración desde Asia, el Oriente Medio, África y otras partes del mundo en desarrollo. En cambio, sus autores esperaban que al eliminar el sistema de cuotas basado en la raza, los inmigrantes viniesen de las sociedades exportadoras "tradicionales" como Italia, Grecia y Polonia, países que habían tenido cuotas muy pequeñas en la ley de 1924. La ley reemplazó las cuotas con categorías de preferencias basadas en relaciones familiares y calificación laboral, dando preferencia particular a inmigrantes potenciales con parientes en Estados Unidos y con ocupaciones consideradas críticas por el Departamento del Trabajo. Pero después de 1970, siguiendo un influjo inicial desde esos países europeos, comenzaron a llegar inmigrantes de lugares como Corea, China, India, Filipinas y Pakistán, así como de países en África. Para el año 2000 la inmigración había regresado al volumen de 1900 y Estados Unidos había vuelto a ser una nación formada y transformada por inmigrantes.
Ahora en el siglo 21, la sociedad estadounidense se encuentra nuevamente enzarzada en un debate sobre la inmigración y el papel de los inmigrantes. Para algunos, los nuevos inmigrantes parecen poco dispuestos o incapaces de asimilarse a la sociedad, demasiado comprometidos a mantener sus conexiones transnacionales y muy alejados de los valores básicos de Estados Unidos. Como en eras pasadas, algunos críticos de los inmigrantes contemporáneos creen que los recién llegados quitan empleos a los estadounidenses y ponen cargas indebidas en los sistemas educativo, de bienestar social y de salud. Muchos participantes en el debate consideran que la gran cantidad de trabajadores indocumentados (inmigrantes sin documentos oficiales) plantea una amenaza a la estructura básica de la sociedad.
Sin embargo, hay partidarios de los inmigrantes que argumentan que cada oleada nueva de inmigración ha inspirado sospechas y preocupación en los estadounidenses —incluidos los hijos y nietos de inmigrantes anteriores— quienes sostuvieron, equivocadamente, que cada grupo de recién llegados de alguna manera no se adaptaría y permanecería aferrado a sus costumbres antiguas y foráneas. De manera que los defensores de la inmigración y la mayoría de sus historiadores sostienen que los inmigrantes enriquecen a Estados Unidos, en gran medida porque brindan servicios valiosos a la nación.
En cada era de Estados Unidos, desde los tiempos coloniales en el siglo 17 hasta comienzos del siglo 21, hombres y mujeres de todo el mundo han optado por la experiencia estadounidense. Llegaron como extranjeros, portadores de idiomas, culturas y religiones que a veces parecían extrañas al núcleo esencial estadounidense. Con el correr del tiempo, a medida que cambiaron las ideas sobre la cultura estadounidense, los inmigrantes y sus descendientes crearon comunidades étnicas y participaron en la vida cívica, contribuyendo a la nación como un todo.
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