16
Una mujer, como anima una casa. Ausente ella, las cosas
languidecen. Todo se cubre de polvo y se marchita. En el florero una rama seca,
la cómoda llena de pelusas, quemado el foco de la lámpara, percudida la ropa.
La mujer mantiene con las cosas de la casa un comercio asiduo. Son sus cosas,
posesiva ella, y las engrandece. Las
pone en su lugar, las pule y embellece. Depositaria de los objetos domésticos,
tiene para cada cual una palabra. Ella, solo ella, sabe donde
están las tijeras, el hilo, la libreta que en vano buscamos. Habita las cosas y
las cosas la habitan. Sensible a lo pequeño, descubre la mancha en la alfombra,
la ceniza en la mesa. Nosotros, , distantes, adquirimos las cosas, pero luego
las dejamos vivir indiferentes y las vemos perecer sin pesadumbre.
39
Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro
ser, de la cual solo El tiene la llave e, ido el amigo, la gaveta queda para
siempre cerrada. Alejarse de los amigos es clausurar parte de nuestro ser. Yo
habría sido diferente si hubiera continuado frecuentando a ciertos amigos de mi
juventud. Pero las circunstancias nos separaron y continuamos viajando cada
cual por su lado y por ello mismo mutilados. De ahí que a cierta edad sea
difícil hacer nuevos amigos. Todas las facetas que ofrecía nuestra personalidad
han sido ya copadas, ocupadas, selladas por las viejas alianzas. No hay
superficie libre donde la nueva amistad pueda asirse. Salvo que el nuevo amigo
se parezca extremadamente al anterior y se valga de esta semejanza para
penetrar por efraccion al recinto secreto de la primera amistad. Pero por más
afecto que nazca siempre será¡ el imitador, el falsario, el que no acceder¡
jamás a la cámara más preciada. Cámara irrisoria, seguramente, que no guarda a
lo mejor más que un montículo de pedregullo, pero que los ojos del amigo, del
primero, convertían en lo que Él quería ver: lo irreemplazable.
42
Lo que pierde a los hombres no es tanto sus grandes
vicios como sus pequeños defectos. Se puede convivir muy bien con la pereza, la
prodigalidad, el tabaco o la lujuria, pero en cambio son las negligencias o los
descuidos. Parece que la vida, como ciertas sociedades, tolerara los grandes
crímenes, pero castigara implacablemente las faltas. Un banquero puede muy bien
robarle al fisco o dirigir un tráfico de armas, pero líbrelo Dios si cruza con
su automóvil en luz roja.
135
Los conquistadores de América encontraron lo que
buscaban: oro en cantidades nunca vistas, tierras feraces y extensísimas,
siervos que trabajaron para ellos durante siglos. Encontraron también muchas
cosas que no buscaban y que modificaron el régimen alimenticio de la humanidad:
la papa, el maíz, el tomate. Pero de contrabando, los vencidos les pasaron otro
producto que fue su venganza: el tabaco. Y los fueron envenenando para el resto
de su historia.
145
El amor, para existir, no requiere necesariamente del
consentimiento, ni siquiera del conocimiento del ser amado. Podemos querer a
una persona que nos desprecia o incluso que nos ignora. La amistad, en cambio,
exige la reciprocidad, no se puede ser amigo de quien no es nuestro amigo.
Amistad sentimiento solidario, amor solitario. Superioridad de la amistad.
155
La biblioteca personal es un anacronismo. Ocupa demasiado
lugar en casas cada vez más chicas, es oneroso formarlas, nunca realmente se
las aprovecha en proporción a su costo o volumen. Un libro leído, además, está
ya en nuestro espíritu, sin ocupar espacio, entonces para qué conservarlo,
entonces? ¿Y no abundan ahora acaso las bibliotecas públicas, en las que
podemos encontrar no solo lo que queremos, sino más de lo que queremos? La
biblioteca personal responde a circunstancias de tiempos idos: cuando se
habitaba el castillo o la casa solariega, en los que por estar aislado del
mundo era necesario tener el mundo a la mano, encuadernado; cuando los libros
eran raros y a menudo Únicos y era imperioso poseer el codiciado incunable;
cuando las ciencias y las artes evolucionaban con menos prontitud y lo que
contenían los libros podía conservarse vigente durante varias generaciones;
cuando la familia era más estable y sedentaria y una biblioteca podía
transmitirse en la misma morada y habitación y armarios sin peligro de dispersión. Estas circunstancias ya no se dan. Y sin embargo hay locos que quisieran tener
todos los libros del mundo. Porque son demasiado perezosos para ir a las
bibliotecas públicas; porque se cree que basta mirar el lomo de una colección para pensar que ya se la ha leído; porque uno tiene vocación³n de sepulturero y
le gusta estar rodeado de muertos; porque nos atrae el objeto al margen
de su contenido, olerlo, acariciarlo. Porque uno cree, contra toda evidencia,
que el libro es una garantía de inmortalidad y formar una biblioteca es como
edificar un panteón en el cual le gustaría tener reservado su nicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario