Una de las verdades más solemnes es que las consecuencias del
pecado no terminan con la muerte física. Después de la muerte, hay un Juicio
Final, y los que mueren en sus pecados pasarán la eternidad en el infierno.
Aunque la doctrina del infierno con frecuencia es menospreciada, rechazada y
repugnante a muchos, no cambia el hecho de que es una realidad bíblica. Hay un
lugar de juicio eterno para los pecadores.
Las Escrituras (y no las descripciones fantásticas creadas
por la literatura de la edad media antigua y moderna), nos dan un cuadro real
de lo que es. Según la Biblia, y especialmente las enseñanzas de Jesucristo,
hay un lugar llamado
Infierno que es terrible en su sufrimiento y eterno en su
duración.
La principal y la más
terrible verdad acerca del infierno es la exclusión de la presencia favorable
de Dios. En el cristianismo contemporáneo, el infierno se describe
como un lugar de tormento fuera de la presencia de Dios. Se dice que el cielo
es el cielo porque Dios está allí, y el infierno es el infierno porque Dios no
está allí. Aunque este dicho tiene un elemento de verdad, puede ser
malentendido fácilmente. El infierno es un lugar de tormento, no por causa de
la ausencia de Dios sino por causa de la ausencia de su favor. El infierno es
el infierno no porque Dios no está allí, sino por la plenitud de su justicia e
ira. Entonces queda claro que el infierno no es un lugar de tormento por causa
de la ausencia de Dios, sino por causa de la ausencia de su favor. De hecho, el
infierno es el infierno porque Dios está allí también pero en la plenitud de su
justicia e ira. 2 Tesalonicenses 1.9 dice: “Los cuales sufrirán pena de eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”.
Este es uno de los textos más importantes en las Escrituras con respecto a la
separación de los malos de la presencia favorable de Dios. Exsiten varios
textos que se refieren al juicio final y al infierno como ser "echado
fuera" o "excluido de" la presencia de Dios. En Apocalipsis 14.9-10
leemos: “9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a
la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, 10 él
también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será
atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero”.
Lee Mateo 7.23 / 8.12 / 22.13 / 25.30 / Lucas 13.27.
Jesús
enseñó que el infierno está asociado a un sufrimiento indescriptible. La
más grande manifestación de la ira divina es el Infierno. Las Escrituras, y
especialmente Jesús, hablan de un sufrimiento aterrador. Así como todo lo que
nos espera en el cielo va más allá de la comprensión humana, también se puede
decir lo mismo acerca de los sufrimientos y terrores del infierno. Entendamos
que el infierno no es un lugar donde los malos son torturados cruelmente, sino
un lugar donde sufren la perfecta justicia de Dios por su pecado. Dios no es
cruel. Él no tortura con placer a sus enemigos y menos "quiere la muerte
del impío" (Ezequiel 18.23-32). Dios es un Dios de justicia, y el infierno
es el lugar donde su justicia se aplica en toda su plenitud. Los malos reciben
la medida exacta del castigo que merecen. Jesús habla de tal sufrimiento en las
siguientes Escrituras: Lucas 16.28 / Mateo 8.12). La descripción de los
sufrimientos de los malos en el infierno es importante porque Jesús la emplea
con frecuencia (Mateo 13.42,50 / 22.13 / 24.51 / 25.30 / Lucas 13.28). Hay dos
pasajes de las Escrituras que especialmente nos revelan el grado de sufrimiento
que los malos sufren en el infierno: Lucas 16.19-31 (el rico y Lázaro) y
Apocalipsis 14.9-11. A través de las Escrituras, la idea de fuego se emplea
para comunicar el juicio e ira de Dios revelado contra el pecado y el pecador.
Es la reacción santa y justa de Dios a todo lo que contradice su naturaleza y
voluntad. Es feroz, aterrorizador, e irresistible. Es tan aterrorizador ver a
un hombre quemándose con un fuego literal, y aun esto no alcanza para describir
el fuego de la ira de Dios contra los malos en el infierno (Mateo 3.10 / 7.19).
En Apocalipsis 20.10 se nos muestra la inmensidad del infierno. No es un rocío
o pequeño arroyo de tormento, sino que los habitantes del infierno serán como
los náufragos en un masivo y violento mar de la ira de Dios, azotado y echado
de un lado para otro por las interminables olas de la justa indignación de
Dios. El destino final de los pecadores es muy diferente que el del discípulo.
Para el discípulo no hay más temor de la muerte (Hebreos 2.15). En contraste,
los pecadores vivirán en un estado interminable de muerte. Tendrán una
existencia consciente, pero sin las bendiciones, esperanzas, y gozos de la vida
eterna (Apocalipsis 20.14 / 21.8).
La Biblia enseña que cada habitante del infierno será atormentado en la justa medida de su pecaminosidad.
Tanto el cielo como el infierno son
lugares donde la justicia de Dios fluirá de manera muy equitativa de acuerdo al
pecado de cada hombre (Mateo 11.21-24 / 23.14 / Lucas 12.47-48).
Los tormentos del infierno no solamente serán justos o eternos sino que nunca
disminuirán su intensidad. Nunca habrá alivio para los condenados (Mateo 3.12).
En un horno, el calor no escapa, no hay lluvia para apagar las llamas, y no hay
viento para refrescar o aliviar. De la misma manera, la intensidad del infierno
nunca disminuirá. Los habitantes del infierno son echados fuera y no hay ningún
lugar encontrado para ellos. Están solos sin el compañerismo de otros. Es un
lugar de absoluto e insoportable aislamiento de la vida y luz de Dios,
encarcelados en la oscuridad más absoluta (Mateo 8.12 / 22.13 / 25.30 / Judas
1.13).
Posiblemente
la verdad más aterradora acerca del infierno es que es eterno.
Todos los que estén allí no tienen
ninguna esperanza de futura redención o restauración. Están eternamente condenados.
Esta verdad es probablemente la más repugnante para los que rechazan la
doctrina bíblica del infierno. ¿Cómo puede el castigo eterno ser justo? ¿No
sobrepasa el castigo al crimen? Cuando contemplamos la naturaleza eterna del
infierno, hay dos verdad que se deben considerar: (1) La naturaleza abominable
del pecado demanda tal castigo. El pecado es una abominación indescriptible
porque se comete contra el Dios Altísimo. (2) El castigo del infierno es eterno
porque a través de la eternidad los malos continuarán en su rebeldía sin
arrepentimiento. No debemos pensar que los malos se arrepentirán en el Día de
Juicio o aún después de entrar en el infierno. Más bien su aborrecimiento de
Dios, la dureza de su corazón, y su rebeldía vergonzosa continuarán por toda la
eternidad. Rebeldía eterna demanda castigo eterno. La palabra
"perdición" también puede ser traducida "destrucción." Esto
no significa que los habitantes del infierno serán destruidos o que su
existencia cesará. Más bien, significa que sufrirán una destrucción que nunca
termina, perdición sin fin (Mateo 18.8 / 25.41,46 / Judas 1.7 / 2
Tesalonicenses 1.9 / Marcos 9.47-48 / Apocalipsis 14.11 / 20.10).
Los
que niegan la naturaleza eterna del infierno, nunca negarían la naturaleza
eterna del cielo.
Mateo
25.46 dice: “46 E irán éstos al castigo eterno,
y los justos a la vida eterna”. Pero la lógica demanda que si uno rechaza la
naturaleza eterna del infierno, también debe rechazar la naturaleza eterna del
cielo. Sería ilógico dar dos diferentes significados a la misma palabra en la
misma frase. Si el castigo eterno no significa que los malos sean castigados
sin fin, entonces la vida eterna no significa que los justos vivan para siempre
en la presencia de Dios.
Una
correcta descripción bíblica del infierno debe ser tomado literal y
figurativamente.
En
las Escrituras, se dan muchas descripciones gráficas y llamativas. Ha habido un
debate aún entre los estudiantes conservadores en cuanto a si estas
descripciones deben ser interpretadas literalmente o figurativamente. ¿Es el
infierno un lugar literal de fuego y oscuridad, de azufre y humo? Los que
niegan la interpretación literal del infierno con el propósito de disminuir los
sufrimientos de los malos en el infierno deben ser rechazados. Pero es
aceptable interpretar estas descripciones figurativamente en el sentido de que
son un intento de describir algo tan aterrorizador que va más allá de la
capacidad de la mente humana de concebir y más allá que el lenguaje humano de
comunicar. Para describir los terrores del infierno, los escritores de las
Escrituras empleaban los terrores más grandes conocidos a los hombres en la
tierra, pero es cierto que el infierno es peor que cualquier cosa que se
encuentra en la tierra. Fuego y oscuridad, azufre y humo son solamente un
intento débil de describir una realidad mucho más aterradora que aún estas
palabras pueden comunicar. De la misma manera que las glorias del cielo no
pueden ser comprendidas por la mente humana o comunicado por el lenguaje
humano, los terrores del infierno van más allá de nuestra comprensión y capacidad
de describir.