El
rey Saúl evidenciaba una conducta defectuosa. Sin darse cuenta se había
encerrado en una situación calamitosa y de difícil salida. Cuando Dios lo
desechó escaseaba la revelación suya para él, y era el tiempo de buscar a
alguien que lo reemplace. Samuel estaba sorprendido del orgullo del que hacía
ostentación Saúl después de su victoria contra Amalec, pero ¿de qué servia tal
triunfo?, ¿no tuvo la autorización para no dejar con vida a nadie? ¿De qué
sirve de que te encumbres a ti mismo si no vas a contar con la bendición de
Dios por tu rebeldía? ¿de qué valen los anhelos más profundos si no encajan con
la voluntad de Dios? El orgullo intoxica, nos endurece y si nos mantenemos así,
nos conducirá al ostracismo, a perder el pundonor, a enmohecer el alma y a
pulverizar el propósito de Dios para nosotros. Saúl estaba ciego y no
escatimaba esa dosis mortal de su ego que sólo lo llevaba a honrarse a sí mismo
creyéndose un hombre enriquecido por la gracia de Dios cuando era un mendigo
ante sus ojos. Su escalofriante actitud lo llevó a combatir a David de quien se
sintió celoso cuando escuchó aquel estribillo: “Saúl hirió a sus miles, y David
a sus diez miles” ( 1 Sm. 18:7). La novedosa acción de Dios de buscar a un
nuevo rey de Israel lo consumía en su interior, incrementaba su ego, lejos de
humillarse ante Dios emprendió su más malsana campaña contra el nuevo Ungido de
Jehová, quería derrumbarlo a toda costa; se sentía aún merecedor del trono. Es
curioso pero David era quien con su suave arpa daba descanso a su atormentada
alma, pero Saúl en su meditabunda soledad buscaba con determinación maneras de
hacerle daño. Fue indignante cuando mató a Ahimelec y a los sacerdotes, pues
desdeñó a Dios y se sumió en la falsedad de su fantasía egocéntrica. Era un rey
enloquecido, exuberante de odio y muerte contra todo aquel que ayudaba a David,
éste era su peor pesadilla que centelleaba en su oscura mente. De todas formas
tenía que eliminarlo. Personalmente creo que el Síndrome que tenía Saúl es el
que pueden padecer muchos líderes, incluso religiosos, que se encuentran en la
cumbre y no desean que otros puedan surgir. Se evidencia en el grotesco trato
que pueden recibir de aquél que se siente amenazado, de aquél que se ha
engreído con la fama y los aplausos y se siente medroso porque otros también
destacan. Son los que han construido una falsa imagen de bondad, pero es el
blindaje de un orgullo encarnizado que está dispuesto a hacer daño a todo el
que se meta en su camino. No debemos olvidar que nuestro yo quiere extenderse y
si está desprovisto de Dios busca exterminar a los demás. Alguien dijo de
Adolfo Hitler lo siguiente: “Fundamentalmente proceden de que sólo se interesó
por sí mismo. Sus deseos, sus pensamientos, sus anhelos,.. Eran lo único que
tenía validez para la mente de Hitler. Los demás sólo le importan en cuanto
podía utilizarlos para sus fines, de ahí que no llegase a consolidar ninguna
amistad sincera. Fruto de esta orientación de su carácter fue la idea de que él
siempre lo sabía todo mejor que nadie (cosa que también sucede en muchos tipos
de fanatismo) .Este detalle, junto a la gran seguridad que comporta el tenerlo,
es algo típico del narcisismo intenso.” (Psicología Humanizada). Creo que Saúl
fue un prototipo de Hitler, un personaje que empezó siendo humilde, y terminó
dando lástima, alguien que anduvo de acuerdo al latido de Dios, pero finalmente
tuvo que ser reemplazado, descartado por su infidelidad y que lejos de
arrepentirse, se corrompió aún más. No dejes que el Síndrome de Saúl desgarre
el plan maravilloso que Dios tiene para tu vida, no dejes que tu ego te afirme
donde Dios te puso. Te aseguro que sin Dios tu ego te dará licencia para toda
suerte de males. Estás donde estás por la gracia de Dios, y cuando El lo desee
te quitará, y así con la humildad con que entraste sal de allí también
agradeciéndole por la bendición de haber sido útil al Señor. Y si ves que otros
surgen porque así Dios lo permite no te encarriles a hacerles daño o a sacarlos
de tu camino, permite que Dios cumpla su propósito en ellos también, no sea que
sin darte cuenta estés luchando contra el mismo Dios. Ten la actitud de Juan el
Bautista cuando dijo: “Es necesario que él crezca, y que yo mengue.” ( Jn.
3:30). WALTER DELGADO
Que
diferencia con Samuel quien tomo a David a bajo su cuidado, fue su mentor y
gracias a Samuel, David llego a ser el gran hombre de Dios que es.