Siempre para un día
especial como él es el de la madre, la mayoría dedica el elogio a la mujer
virtuosa de Proverbios 31, un hermoso capitulo es cierto, pero muchos olvidan
los primeros nueve versículos del mismo capítulo.
No se sabe a ciencia
cierta quien era Lemuel, algunos dicen que era Salomón, pero todo lo que podemos
decir no pasa de ser una mera especulación.
Lo cierto es que estos
versículos nos hablan de los consejos que le dio su Madre para que se conduzca
con prudencia en su vida, sabio consejos.
Madre hay una sola, es
verdad, las madres no solo dan buenos consejos, sino que nos guían a lo largo de
nuestras vidas y están siempre allí para nosotros en las buenas, las malas y
las peores, a ellas debemos todo lo que somos, ellas además son muchas veces
nuestras confidentes que saben cosas que nadie más sabe.
Una de las mejores
cosas en nuestro caso es poder sentarnos por las noches luego de un día casado
y poder departir una conversación con ella y contarnos mutuamente nuestro día y
aconsejarnos. Tal vez a medida que vamos creciendo entendemos que las madres no
siempre tienen la respuesta a todas las preguntas, pero siempre están allí,
ellas cuidaron de nosotros y es menester de nosotros cuidar de ellas.
Grandes madres han
formado grandes hombres, también hay madres que nunca se rindieron, que pasaron
años orando a Dios por sus hijos y en muchos casos su oración se vio
correspondida, tantas historias que se podrían contar sobre las madres,
realmente historias conmovedoras.
Debemos de honrarlas no
solo en este día instituido para llenar el bolsillo de las tiendas, sino todos
los días como ellas se merecen, ellas son un preciado tesoro que tenemos el
privilegio de tener y que debemos de apreciar y cuidar.
Y para terminar los
versículos del capítulo 31 de proverbios que muchos no conocen.
2 ¿Qué, hijo mío? ¿y qué, hijo de mi vientre?
¿Y qué, hijo de mis deseos?
3 No des a las mujeres tu fuerza,
Ni tus caminos a lo que destruye a los reyes.
4 No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes
beber vino,
Ni de los príncipes la sidra;
5 No sea que bebiendo olviden la ley,
Y perviertan el derecho de todos los afligidos.
6 Dad la sidra al desfallecido,
Y el vino a los de amargado ánimo.
7 Beban, y olvídense de su necesidad,
Y de su miseria no se acuerden más.
8 Abre tu boca por el mudo
En el juicio de todos los desvalidos.
9 Abre tu boca, juzga con justicia,
Y defiende la causa del pobre y del menesteroso.