La Biblia enseña claramente que las actividades o relaciones sexuales
fuera del vínculo sagrado del matrimonio son pecado. "El
matrimonio es honroso en todos, y el lecho sin mancilla; pero Dios juzgará a
los fornicarios y a los adúlteros" (Heb. 13:4).
Desde el mismo comienzo, la Biblia define el matrimonio como una unión
aprobada por Dios entre un hombre y una mujer (Génesis 2:21-25), y Jesucristo
confirmó esto como la norma divina (Mateo 19:4-6). Dado que las relaciones
sexuales fuera del matrimonio son en contra de la voluntad de Dios (1 Cor.
6:13; 6;18; 10:8; 2 Cor. 12:21; Ef. 5:3; Col. 3:5; 1 Tes. 4:3; Judas 7) y dado
que la Biblia en ninguna parte aprueba el matrimonio entre dos hombres o dos
mujeres, es obvio que la homosexualidad está descartada.
En ninguna parte de la Biblia, la homosexualidad está legitimizada. Por
el contrario, el Nuevo Testamento expone esta práctica como una abominación
moral. En Romanos 1, el apóstol Pablo describe a la homosexualidad como
"pasiones vergonzosas" (v. 26), "contra la naturaleza" (v.
26), "indecorosa" (v. 27), "reprobada" (v. 28), y "no
conveniente" (v. 28). Este último pasaje nos advierte expresadamente que
la homosexualidad es la corrupción de la imaginación. Es el producto de una
mente reprobada.
Pablo menciona la homosexualidad en su carta a la iglesia de Corinto en
tiempo pasado: "Y esto erais algunos de vosotros" (1 Corintios 6:11).
Los miembros de la iglesia en Corinto se habían arrepentido de sus pecados y se
habían convertido en nuevas criaturas en Cristo. Dios puede - y de hecho lo
hace - salvar a cualquier pecador, pero éste debe arrepentirse de
sus pecados en vez de justificarse; y luego, cuando Dios lo ha salvado, hay
cambios que debiera experimentar, con el socorro de Dios, respecto a su
conducta anterior (2 Corintios 5:17).
Esto no significa que el creyente esté libre ya de todo pecado, sino que
se convirtió (ver citas abajo) y que de ahora en más se deleita en la justicia,
aun cuando todavía no siempre se encuentre a la altura de los estándares santos
de Dios. Los creyentes, conforme a la Biblia, no son "homofobicos"
más de lo que son "adulterofobicos" o "ladronofobicos" o
"mentirofobicos". El creyente bíblico no odia a los homosexuales.
Simplemente cree que la Biblia enseña que todos los hombres deben arrepentirse
de sus pecados (es decir de todo lo que esté contrario a la voluntad de Dios)
para ser salvo y así poder transformarse en miembro de la iglesia de
Jesucristo.
También el creyente sabe que la homosexualidad es un pecado
particularmente grave, en el sentido de que es un pecado contra la naturaleza
misma; es un ataque contra el matrimonio bíblico, y por lo tanto, tiene el
poder de corromper a toda la sociedad de una manera única. Fuente: Way
of Life News, 28.9. 2012; redacción: VM-Ar.
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3)
Para leer el pasaje completo: Juan 3:1-21
“De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2
Cor. 5:17).
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