Mario, te fuiste a los 90 años y, curiosamente, lo hiciste en tu amado Perú, al que habías dejado para irte a vivir en el extranjero por muchos años. Hoy el mundo llora tu partida, pues reconoce que fuiste uno de los mejores escritores que ha tenido el Perú.
Desde que fuiste un adolescente, ya tenías en las venas esa
pasión por escribir. Reflejaste tus tempranas vivencias en el libro Los
Cachorros y tu paso por el Ejército en el aclamado libro La ciudad y los
Perros.
Fuiste el Poeta, el personaje callado del libro que no se
metía con nadie, pero que tampoco se dejaba pisar el poncho. Mientras estabas
en el cuartel, escribías poesía para los enamorados, para que las dedicaran a
sus parejas, pero también te ganabas un sencillo escribiendo novelas
pornográficas que vendías a los adolescentes llenos de libido.
Enmarcaste tus vivencias como periodista en “Conversación
en la Catedral” y tus días de bohemio desenfrenado que viviste en aquellos
años. Dejaste personajes y lugares emblemáticos para muchos en tus novelas,
como El Coronel Pantoja y la misteriosa Casa Verde.
Tus novelas estaban plagadas de erotismo, pues ese era uno
de tus sellos distintivos. Te casaste con tu Tía Julia (la de la novela), luego
con tu prima Patricia con la que tuviste tres hijos, para luego dejarla por una
tal Preysler a la que le gustaba coleccionar maridos para luego desecharlos.
Pero también hablaste sobre la dictadura en La Fiesta
del Chivo; escribiste algunos otros libros de los que recuerdo con placer El
Hablador, uno que salía de los canales de lo que solías escribir y nos
adentraba en un mundo extraño y por momentos hasta místico.
Dicen algunos que como persona eras algo especial. Recuerdo
aquel episodio en el que le pediste a Julio Ramón que dejara su puesto en la
Embajada porque, según tú, él no podía estar de acuerdo con el régimen que
gobernaba el Perú en ese tiempo. Sin embargo, Julio no te hizo caso y eso
provocó el rompimiento de su amistad.
En la década del 90, quisiste ser Presidente del Perú, pero
tu inocencia te cobró factura y un chinito con cara de buena gente te ganó la
partida. Desde entonces viviste un poco amargado por ese asunto y años después
plasmaste tus vivencias políticas y tu biografía en el extraordinario libro Como
Pez en el Agua.
Escribiste para los aspirantes a escritores Cartas a un Joven
Novelista, un extraordinario manual donde plasmas lo que para ti es lo más
importante sobre el oficio de ser escritor, todo un manual imperdible para los
calichines.
En los volúmenes del Fuego de la imaginación se
plasmaron tus ensayos, artículos y otros, mostrando una faceta que muchos no
conocíamos de ti y que, como todo lo que hacías, lo manejaste de forma
excelente y quedan para la posteridad como grandiosos trabajos para no solo
leer, sino también analizarlos.
Obtuviste un Premio Nobel de Literatura, fuiste hincha de
Universitario y melómano confeso.
Nunca fui un gran seguidor de tu obra, tampoco estuve de
acuerdo con muchas de tus posturas a lo largo de los años o con algunos de tus
libros, pero creo que el honor se da a quien lo merece y dentro de todo fuiste
un dotado, un miembro de aquella genial generación de escritores que se están
apagando a medida que avanzan los años, pero cuyo legado, al igual que el tuyo,
perdurará en las presentes y futuras generaciones.
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