A un mes de tu partida, creo que es momento de dejar volar estas palabras para que corran libres y sean leídas por quienes quieren conocer un poco mas acerca de la gran persona que fuiste.
Mi viejo nació en el Callao hace ya muchos años, un chalaco
de corazón que, hasta donde recuerdo, vivió atrás del correo del Callao en una
zona en donde ahora es muy peligroso vivir y en donde recuerdo alguna vez haber
ido, pues tenía un tío que vivía en el mismo lugar donde mi papá solía vivir.
Era una casa muy grande de esas antiguas en donde para ir al baño tenías que
caminar casi una cuadra.
Yo tenía un tío que estuvo casado con la hermana de mi
abuelita (la mamá de mi papá) y los ayudó a salir de ese lugar y les compró una
casa en el límite de San Miguel con La Perla. Ese tío siempre fue una figura
recurrente en nuestras vidas que nos ayudaría en diferentes momentos y de
diferentes formas.
Mi abuelo paterno era todo un personaje. Estuvo por un
tiempo con mi abuela, pero luego la dejó y tuvo varios compromisos y, por ende,
varios hijos; incluso algunos de ellos los fuimos conociendo con el correr de
los años porque seguían apareciendo.
Mi viejo solo tuvo un hermano de padre y madre con quien
paraba de arriba abajo y eran muy unidos. Luego de un paso miraflorino y san
isidrino regresamos a la Perla y mi tío vivía abajo, así que era una figura
recurrente en nuestras vidas. Tenía sus cosas, pero lo aprendí a querer
bastante. Luego de muchos años y con sus hijos ya grandes, se mudó a La Molina
por N razones, pero siempre estuvo pendiente de mi papá.
A mi padre nunca le enseñaron a ser padre, pues mi abuelo,
a pesar de ser una buena persona, no lo consideró como un buen modelo a seguir,
así que el viejo tuvo que aprender cómo pudo y en su manera particular lo
intentó y creo que lo hizo bien. Él era diferente, pero era una buena persona,
tenía sus cosas como todos, pero eso no quita que aplauda su esfuerzo y
dedicación. Cuando éramos pequeños, nos íbamos a acampar con sus primos, pues
amaba acampar y fue algo que nos heredó a mi hermana y a mí, a quienes nos
encanta acampar y viajar a conocer lugares nuevos.
Mi papá trabajó con mi tío en su empresa por muchos años
(yo trabajé allí un tiempo también), trabajó en el banco por muchos años y
luego en la clínica de su primo por muchos años también antes de que decidiera
jubilarse. Era un capo con los números y sabía usar el Excel como nadie. Era
derecho, no entraba en cosas raras y tenía sus principios bien marcados.
Mi viejo era grande. Siempre me contaba sus historias de
juventud cuando hacía piques con el carro y ganó varias veces y con diferentes
tipos de carros. Él corría en La Molina y en otros lugares. Una vez me dijo que
regresando de San Bartolo hizo correr el carro de mi tío hasta alcanzar los 300
km.
Amaba hacer kárate, el cual era su deporte favorito y lo
ayudaba a poder estar tranquilo y enfocado. Y este deporte le trajo muchas
alegrías, tal es así que casi logra participar en un torneo, pero que por
cuestiones del destino al final no pudo hacerlo, pero siempre estuvo agradecido
con el karate. Él tenía una enfermedad del corazón desde que nació y al parecer
el karate lo ayudó a sobrellevar esa enfermedad.
Pero mi papá también era una de esas personas que me
contaban sus historias. En su juventud se iba a diferentes fiestas con sus
primos y amigos y en algunas ocasiones las peleas eran inevitables. Nunca
arrugó y a veces se peleaba con cinco a la vez y salía vencedor. Tiempos,
aquellos cuando las peleas eran cosa de hombres. No había armas de por medio,
todo era a puño limpio, como resolvían las cosas los verdaderos hombres.
Siempre admiré la habilidad de mi padre de ser una especie
de MacGyver, pues podía arreglar cualquier cosa que tuviera en sus manos.
Siempre me reía porque me parece que, si hubiese acuñado una frase, esta
hubiese sido “Es mejor arreglarlo o crearlo que ir a comprarlo”. Siempre estaba
en eso, incluso se armó un taller en la azotea a su manera, en donde tenía
todas sus herramientas, y también tenía la costumbre de reciclar un montón de
cosas; aunque a su favor diré que muchas de ellas las usó para crear
maravillas. El viejo creo que estaba perdiendo plata.
Cuando llegó Ace y Sodimac, a él le gustaba ir y pasar
tiempo allí viendo las diferentes cosas que había y a veces conversando con los
que trabajaban allí. Se sentía feliz.
Si teníamos algo que no funcionaba en casa, él lo podía
arreglar; si teníamos alguna idea de algo que quisiéramos hacer, él podía, con
lo que escuchaba de nosotros, crearlo con sus propias manos. Por un tiempo
estuvo haciendo perfumes y también desinfectante de pino, los cuales hacía bien
y, aunque no le metió mucho punche en su promoción, tenía sus clientes.
De igual forma, era un excelente cocinero, pero del tipo de
cocineros que pueden crear cualquier cosa con lo que tenga a la mano, pues no
necesitaba de una receta. Simplemente veía qué había en la refrigeradora, cómo
combinarlo, y si pegaba, pegaba y si no, normal, no había ningún roche con eso.
Las personas lo buscaban para que cocine en reuniones familiares y sus
creaciones eran muy solicitadas.
Era una persona muy inteligente que le gustaba leer, aunque
en sus últimos años ya no leía tanto, pero sí estudiaba mucho y se pasaba las
madrugadas estudiando la Biblia, pues en sus últimos años su horario estaba un
poco invertido y dormía por las tardes mientras estaba despierto en la
madrugada haciendo diferentes cosas. Una de esas cosas era leer la Biblia y
armar estudios bíblicos en su computadora. Una cosa que le apasionaba, pues se
pasaba leyendo varios comentarios bíblicos a la vez. Y ordenándolos, revisando
sus notas.
Creo que yo no heredé su habilidad para hacer MacGyver,
pero sí la pasión por investigar, por leer o por buscar más. Pues tengo esa
misma pasión que él tenía por investigar y por siempre tratar de estar
actualizado con los temas de la coyuntura nacional o internacional.
Mi papá tenía sus cosas y, como en toda persona, había
cosas de él que no soportábamos o aguantábamos. Pero no quita que él haya sido
una excelente persona con todo y sus cosas. Y que al final, aunque no nos dimos
cuenta, él se preocupaba a su manera por nosotros.
A veces siento que no lo valoramos como debiéramos, pero
igual estoy agradecido con Dios por el tiempo que me regaló con Él y le pido
perdón a Dios si alguna estupidez alguna vez cruzó mi cabeza.
Estoy agradecido con Dios por el Padre que me regaló y por
todas las aventuras que juntos pudimos vivir (ir al Callao Monumental o a comer
un chifa o lomo saltado). A veces me siento culpable de no tener esa pasión por
hacer cosas o por cocinar que él tenía. Pero bueno, como dicen por ahí, heredé
otras cosas de mi viejo que llevo conmigo y por las que siempre voy a estar
agradecido.
Dios me concedió el privilegio de tener un padre. Y creo
que, después de pasar un tiempo de su partida, el poder hacer esta semblanza de
cómo lo recuerdo me trae un poco de tranquilidad en medio del dolor.
Yo agradezco a Dios por su vida y sus enseñanzas. No sé si
él se sintió orgulloso de mí, pues muchas veces yo era un dolor de muelas. Pero
espero que de alguna forma se haya podido sentir orgulloso de las cosas que
pude lograr hacer. Y le agradezco a Dios por su vida y por el tiempo que estuvo
con nosotros.
Sé que ahora está disfrutando de un mejor lugar, “más allá
del sol”, como diría una canción, y algún día nosotros lo disfrutaremos
también.
"Viejo, ironías de la vida, ahora estás enterrado en
tu querido Llauca, pero codeándote con la gentita en el Cementerio
Británico".
“Viejo, nos faltó una última salida a San Bartolo…”
“Pedro ya llegó, Luchito”, y Pedro respondió:
“Por fin, hay varias cosas que arreglar por aquí; ya lo estábamos esperando
para que nos dé una mano con sus grandes ideas…”
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