jueves, 25 de abril de 2024

Un Barrio con olor a NOSTALGIA.

 


“Los basureros inician por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas”.

J.R Ribeyro

Los límites “naturales” de Santa Cruz abarcan desde el último óvalo de Pardo, siguiendo toda la avenida de El Ejército hasta el cuartel San Martín. tres avenidas paralelas (Ejército, La Mar y Mendiburu) con una serie de callecitas viejas que las cruzan.

Moisés es un personaje atrapado en el tiempo, es uno de esos eternos enamorados de la Lima antigua, esa de palacios en la av. Salaverry, la Av. Arequipa (la casa Marsano). Recorre Lima buscando vestigios de esa Lima casi extinguida por el paso de la modernidad.

Moisés es un investigador en su tiempo libre, va buscando historias que lo transporten a la Lima de sus sueños. Sus historias las anota en un blog que tiene miles de seguidores.

En una de sus andanzas conoció a la familia Portocarrero, quienes eran los vecinos de más antigüedad del barrio de Santa Cruz en Miraflores. Conocido como “El barrio Obrero”

Fue Melisa la nieta del Señor Portocarrero (quien había muerto hace varios años), la que le conto de buena gana la historia del barrio, esta historia la había escuchado primero de boca de su abuelo y de su padre y estaba dispuesta a pasársela a sus hijos y a todo el que la quisiera escuchar. Melisa vivía en la Calle Melgar, en una de las pocas casas de antaño que quedan en el barrio.

Mi abuelo llego a Santa cruz en el año 1937 cuando el barrio recién empezaba a dar signos de vida. No había agua ni nada, por aquellos años, había un camino de tierra por la que pasaba un canal, que ahora está sepultado por el asfalto. Eran los tiempos del presidente Leguía.

Cuenta la leyenda que este terreno era parte de la antigua hacienda Santa Cruz la cual era bastante grande, pero con el tiempo se fue recortando. Mi abuelo decía que hay muchas historias como inicio todo, algunas involucran a Francisco Pizarro, a migrantes de color y hasta una cruz.

En los años 1940, el vecindario aún estaba en pañales, creciendo de a pocos, gracias a los esfuerzos de varias familias provenientes de otros distritos que vieron aquí la tierra de sus sueños. Entre ellos nuestra familia. Con sangre, sudor y lágrimas lograron sacarlo adelante.  

A medida que el tiempo avanzaba sin misericordia, nuevas personas llegaban y paso a paso el suburbio empezaba a sufrir una metamorfosis. Los nuevos vecinos en su mayoría eran gente trabajadora, dispuestos a todo por salir adelante y darles a los suyos la felicidad que tanto anhelaban y que a ellos les había sido esquiva. Mi abuelo y los vecinos más antiguos los recibían con los brazos abiertos, pues entendían que venían a sumar para el bien común. 

El tiempo siguió pasando y en algún punto Santa Cruz se quedó estancada en el tiempo. Miraflores empezaba a cambiar y las personas alrededor del distrito comenzaban a verlos con malos ojos, incluso le decían “la oveja negra” del distrito.

Aunque el barrio siempre había sido tranquilo, en un punto empezó a llegar más gente y entre ellos se infiltraron personas de dudosa reputación, algunos se dedicaban a robar en el distrito y otros formaban parte de las temibles “Barras Bravas” que empezaban a expandir su influencia negativa alrededor de Lima. Estos hechos no ayudaban para nada en la reputación del distrito.

Los vecinos del barrio, comenzaron a agitar a las autoridades para que hagan algo al respecto, Miraflores crecía de forma desproporcionada y dada su reputación de vecindario tranquilo, muchas familias provenientes de otros distritos querían mudarse. El espacio empezaba a quedar chico, y el barrio de Santa Cruz era la manzana de la discordia.  

Los empresarios inmobiliarios le echaron el ojo a Santa Cruz, vieron en él una oportunidad única de hacer negocios, el distrito necesitaba crecer, las ovejas negras se tenían que ir, era el momento de dar paso a la modernización.

En el vecindario las cosas estaban calientes, mi abuelo junto a otros vecinos más antiguos se negaba a dejar el lugar que con tanto esfuerzo ayudaron a levantar. El problema era que, para este tiempo, algunos vecinos antiguos habían muerto y sus familiares al no tener apego por el lugar, vieron las ofertas de las Inmobiliarias atrayentes. Entendieron que con el dinero que se les ofrecía por sus viviendas, podrían adquirir mejores propiedades en vecindarios más “populosos”.

Esto adicionado a su condición de “ovejas negras” en el distrito, les daba la excusa perfecta para emigrar a otros lugares en donde no se sintieran marginados.

Fue en medio de todo este problema que mi abuelo quien ya estaba avanzado en años, no resistió el pensar en lo que sería de su amado barrio y falleció. Pero me quedo con la tranquilidad de que al menos murió tranquilo junto a su familia, en el Santa Cruz que siempre conoció y amo.

Las aguas seguían movidas, los vecinos empezaron a vender sus propiedades y a emigrar hacia otros lugares. Solo un pequeño grupo decidimos quedarnos y tratar de seguir en el vecindario que tanto queremos.  

Los nuevos propietarios ya no eran gente que conociéramos, venían en su mayoría de distritos más solventes económicamente y tenían ideas diferentes de lo que querían con sus viviendas. Pero no solo eso pues las Inmobiliarias tenían en mente no solo a personas, sino también a negocios y edificios. EL cambio era inminente.

Muchos quintas y callejones fueron demolidos para dar paso a edificios modernos, mientras que otras quintas fueron remodeladas. Ahora es común encontrar un edificio “de clase media” al costado de una casa en ruinas. Restaurantes finos se han ido instalando a lo largo de la Av. la Mar.

Pero sabes Moisés, me queda la satisfacción de saber que la modernidad no pudo destruir nuestro amado Santa Cruz por completo, pues cuando salgo a caminar para ir al mercado, o incluso cuando tengo que pasar por Miraflores, veo que mi barrio aun es el diferente del distrito y eso me alegra.


Ver las calles de la Av. la Mar, ser una mezcla de talleres de mecánica, restaurantes lujosos y en medio de ellos casas de un solo piso y una que otra quinta; la calle Mendiburu una mezcla de modernidad con antigüedad, mi calle Mariano Melgar, con sus casitas de un solo piso. La solitaria quinta de la av. del Ejercito. El tiempo pasa y siguen allí, inamovibles. Eso me hace feliz, vivir aquí en esta casa, en el barrio donde crecí. No tiene precio. Gracias por dejarme evocar esas hermosas memorias que las tengo aquí tatuadas en el corazón.

Moisés se retiró de la casa de Melisa con la sensación de haber viajado en el tiempo, además sentía que estaba en un lugar especial, uno de los pocos que de alguna manera le había ganado a la modernidad.

Ya en su casa escuchado en su grabadora lo que Melisa le había contado, empezó a pensar en cómo poder escribir su artículo sobre el barrio de Santa Cruz, de repente algo le vino a la mente y así empezó su historia:  

Primero entendamos que el barrio de Santa Cruz siempre ha sido un lugar extraño a los ojos de los miraflorinos, una oveja negra en medio de la modernidad, un barrio forjado por obreros cuyas calles estaban pobladas de viviendas antiguas, quintas, talleres de autos; entre otros. Pero que a pesar del tiempo y la desaparición de mucho del “barrio original”, para darle paso a la modernidad, aún conserva vestigios del antiguo Santa Cruz. Cuando paseas por sus calles, es imposible no sentirse embargado, por el ambiente a nostalgia.

https://puntodevistaypropuesta.wordpress.com/2016/11/11/erase-una-vez-un-barrio-santa-cruz/

 

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