1) La mamá permisiva. Nos inquieta porque mientras su hijo rompe todos los objetos que encuentra a su paso o se nos trepa por la silla para –literalmente- golpearnos, ella suspira y dice que “los chicos deben hacer su propio camino sin la presión de los padres”. Sonríe ante cada tirón de pelo que nos da su primogénito y no se le escapa ni un tímido reto.
2) La mamá histérica. Cuando cruza la calle con su hija de la mano, que ningún auto se atreva a avanzar en 200 metros a la redonda. Ella lo va a tomar como un ataque personal y gritará, a centímetros del pobre automovilista más cercano: ¡Estoy con un niño! ¿No ves que estoy con un niño? ¡Cómo se nota que no tenés hijos! El niño, asustado aunque acostumbrado, palidece de vergüenza y se resigna: agacha la cabeza para que nadie lo identifique como “el hijo de la loca”.
3) La mamá cibernética. Saca un promedio de 685 fotos digitales por mes. En todas aparecen sus hijos. Se apura para bajar las fotos a la computadora y enseguida publicarlas en su blog. Chatea con madres de otros países (a las que conoció por fotologs de niños) y planea viajar para conocerlas a todas, incluida la mujer colombiana que vive en Australia y le pasó un juego de Barbie por MSN. En su mp3 tiene canciones didácticas en inglés para que los chicos “vayan aprendiendo” y planea pasar el fin de semana escaneando viejas fotos del álbum familiar para mandárselas por mail a los parientes lejanos.
4) La mamá chicanéra. Todos la conocen en la escuela porque siempre estaciona su 4 x 4 en doble fila bien a la altura de la puerta. Lamenta que su hijo más chico “todavía no conoció Cancún” pero igual planea que la acompañe a Miami en el próximo verano del hemisferio norte. A veces le presta su celular dorado a la hija más grande para que pueda chicanear un poco. Asegura que si vuelve a quedar embarazada, nadie podrá faltar a su baby shower.
5) La mamá progresista. Tiene el dinero suficiente para enviar a su hijo mayor a un colegio bilingüe pero lo anotó en una escuela del estado “para que conozca la realidad y no viva en una burbuja”. Fue con su bebé a una marcha por la memoria y éste, obviamente, se resfrió, pero un setentismo mal digerido le hace creer que el lactante “está tomando conciencia”. No le permite ver televisión a su hijo, y por más que llore y patalee trata de convencerlo de lo lindo que es hacer talleres de capoeira y murga con el tiempo que gana. Le encanta ir de vacaciones a los pueblos porque allí “los chicos conocen nuestras verdaderas raíces”
6) La mamá new age. Sus hijos apenas conocen el azúcar (morena) y jamás probaron siquiera un sorbo de gaseosa. Las primeras veces que les hizo tomar té verde no pudieron disimular las arcadas, pero como ella dice, "si es natural es mejor", así que no les quedó otra que acostumbrarse. Las camas marineras del dormitorio infantil están dispuestas en sentido norte-sur con las cabeceras demasiado cerca del ventanal: gracias al Feng Shui, los chicos corren el riesgo de sufrir un accidente y a ella no le importa. La casa está "armonizada".
7) La mamá mascotera. Se mudó con el viejo cocker que sus padres no pensaban cuidar. Trajo una gata. Después cayó una perra en adopción. Otro gatico abandonado la enterneció y fue a parar al dos ambientes donde vive con un bebé y una nena de 4 años. Todas las mañanas la despierta el canto del canario que retumba en la cocina, si es que el perro no la molestó antes con su incontinencia urinaria o si el hámster no se escapó de la jaula que está detrás de las piedritas de los gatos. Sus hijos viven besando los hocicos mugrientos de los animales porque, claro, se criaron como Tarzán en la selva. A ella le parece de lo más normal y le encanta la mancomunión entre mascotas y niños, porque -aclara- "todos son mis hijos y somos una gran familia".
8) La mamá "grande". Los pocos años que transcurrieron entre el nacimiento de su tardío bebé y los primeros síntomas de la menopausia son vitales a la hora de entender sus complejos. No quiere ir a las reuniones de padres porque sus pares se confunden y creen que es la abuela del pobre chico, también traumado por las "palabras de vieja" que ostenta el léxico de su madre. Es que sobreprotege a su hijo único como una madre de antes y lo malcría como una abuela de siempre.
9) La mamá rocanrolera. Casi un resabio de la tradicional madre hippie, esta especie se destaca por el olor a patchouli de sus atuendos de jean y, principalmente, por la tenacidad con que intenta transmitirle toda su brutalidad a su descendencia. Los gestitos con la mano, los "aguante" como única palabra introductoria en los diálogos. La mamá rocanrolera, eterna adolescente, nunca crecerá.
10) La mamá ocupada. En esta categoría no hay mucho por describir ya que es tan breve el tiempo que comparte con sus hijos, que apenas se la puede denominar madre. Los recuerda en las fotos que decoran la pantalla de su celular o notebook y con eso alcanza, de todo lo demás se encargan "la señora que los cuida", los abuelos, el colegio/prisión bilingüe de doble turno y las actividades extracurriculares como ajedrez, danzas o voley: es que los chicos "ya están grandes y se manejan solos". Provoca la envidia de las amas de casa que la ven desfilar llena de carpetas, agendas y diez mil planes para lo que queda del día, pero se trata de una envidia inútil: ellas no saben cuánto tiene que hacer para que su vida no parezca más vacía.
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